España fue la siguiente anfitriona de un torneo que establecería nuevos estándares de excelencia en términos de habilidad y preparación física. Samoa disfrutó de un debut soñado con una victoria de 22-0 sobre Irlanda, pero Inglaterra y Nueva Zelanda parecían destinadas a enfrentarse en la final.
El Estadio Olímpico de Barcelona proporcionó un telón de fondo perfecto para una final transmitida en vivo en medio de la noche en Nueva Zelanda. Los 8,000 aficionados en las gradas fueron testigos de una combinación de conciencia táctica, juego sólido de delanteros y rugby ofensivo, mientras las Black Ferns defendieron con éxito su título con una victoria de 19-9.