Para evitar chocar con la Copa del Mundo de Rugby masculina, como lo hizo el torneo inaugural en 1991, la segunda edición del evento femenino tuvo lugar solo tres años después en Edimburgo, con Kazajstán, Irlanda y la anfitriona Escocia haciendo su debut en la RWC femenina.
Desde el principio se hizo evidente que los finalistas de 1991 volvían a ser los equipos a batir, ya que Estados Unidos e Inglaterra se disputaban otro partido decisivo por el título. Esta vez, sin embargo, Inglaterra se vengó en una competición tremendamente entretenida, ganando 38-23.